Leer el río, entender qué nos dice, qué nos esconde, descifrar sus m misterios, entender quiénes son sus cómplices, quienes guardan sus secretos. Éstas pueden que sean claves que nuestro entrevistado de hoy haya logrado entender. Él remando y remando, con sacrificio, ha aprendido a leer ese inmenso libro que es nuestro querido Paraná.
Hoy jueves 17 de abril, es un hermoso día en Paraná. Luego de varios días de bajas temperaturas en nuestra región al fin el sol, con sus rayos, parece abrazarnos cálidamente.
Cerca del mediodía, la paz y el silencio reinan en Puerto Sánchez, lugar más conocido como “El barrio de los pescadores”, de los humildes, de los que viven a expensas de aquello que el río les da.
En aquel lugar el paisaje es un poco contradictorio.
Por un lado, se observan hermosos chalets, de gente adinerada, que ha escogido ese barrio, tal ves por la hermosa vista al río, por el aire puro o quizá es sólo un lugar de descanso; mientras que del otro lado, frente a estas, el cuadro es muy distinto. Humildes casas con techos de chapa rodean la orilla del Paraná. La mayoría de ellos, no eligió ese lugar por gusto o placer, pues sus casas al borde de las barrancas corren serios riesgos de derrumbes.
En calle Pescador de Paraná y Scalabrini, exactamente a unos pasos del monumento al Pescador, que rinde culto al populoso barrio, es donde vive el protagonista de esta nota, su nombre es: Sergio Juárez, pero es más conocido en esos pagos como “el Chapulín colorado”ó “colores” apodo, que según se sabe se lo debe al color pelirrojo de su larga cabellera.
En el patio de su casa, Sergio deja unas cosas que estaba haciendo para acomodar una mesa y unas sillas y comenzar a cebar mate. Sus movimientos son bruscos, algo nerviosos, casi imperativos, su cuerpo delgado se flamea de acá para allá, con una sonrisa dibujada cuenta, que estaba acomodando la casa porque hoy es su cumpleaños y que a la noche unos amigos lo visitaran.
Su humilde terruño parece un paraíso, donde convergen un jardín lleno de flores, una huerta de zapallos y pimientos; un par de perros, gatos y gallinas se paseaban sin problema aparente; lo más ameno era que desde allí se podía ver el inmenso río, sus islas y mucho más.
--¿Hace cuánto tiempo sos pescador?
-- UHF… --dijo tomándose la frente tratando de recordar.
--Ya unos 7 u 8 años -–respondió al fin.
--¿Cómo era tu vida antes de pescar?
--Yo siempre fui medio vago, me han gustado las mujeres y la cerveza, pero siempre laburé y he sido responsable. Pero en este mundo hay gente que es mala, que se abusa cuando uno es humilde y medio bruto.
En ese momento, Sergio inclina su cabeza hacia abajo y se acomoda mejor en su silla para seguir con el relato:
--Cuando tenía unos 25 ó 26 años yo trabajaba como ayudante de albañil en una empresa de construcción. Ahí estuve varios años, pero en negro y en esos momentos, la verdad, mucho no me preocupaba; eso mientras tuviera mi sueldito. En el ´95 tuve un accidente. Me caí desde el segundo piso de la obra en la que estaba laburando y mi cara y especialmente mi ojo derecho, dio con un tirante que estaba en el piso. Sufrí desprendimiento de retina, necesitaba una operación urgente, pero a las dos semanas mis patrones me despidieron sin decirme por qué, seguramente no querían comprometerse por lo que me había sucedido.
--¿Y después que pasó?
--Después quedé desempleado y lisiado, con mi ojo derecho veía sólo sombras, necesitaba una operación urgente, pero no tuve el dinero y con el tiempo se fue apagando su luz. Hoy con este ojo ya no veo(lo dice señalándose el ojo derecho)De ahí en más me sentía mal conmigo mismo, porque no conseguía un trabajo fijo, no tenía como ayudar a mi familia y mucho menos para sobrevivir, sólo conseguía algunas changas por semana donde con suerte me pagaban 10 pesos por 5 horas de trabajo. Un día, desesperado, junto a un amigo que no tenía para darle de comer a sus guríses, Salimos a robar a un supermercadito. Saqué cosas para comer, leche, pan, carne, mi intención no era robar para hacer daño. Cuando salíamos del mercado sentí que venía la policía, dejé todo en donde estaba y me largué a correr. A las dos cuadras me detuvieron, me abrieron una causa por intento de robo y me chupé 6 meses en la cárcel.
--Cuándo saliste de la cárcel ¿qué te pasó?
--Yo me arrepentí mil veces de lo que hice, de haber salido a robar, pero la sociedad, la gente, no perdona, no hay segunda oportunidad para la gente como yo.
Así que después de haberme cansado de pedir trabajo y buscar y buscar un lugar, me di cuenta de que algo debía hacer por mí mismo, y tenía pocas alternativas o salía a pedir por las calles o a pescar. Así que un día hablando con un amigo, le conté que quería probar ganarme la vida pescando, pero no tenía ni herramientas ni canoa, así que quedó en averiguarme y a las dos semanas me consiguió una canoa barata, me prestó el dinero para comprarla y ahí empecé. Así que ahí empezó mi vida de pescador, fui aprendiendo de a poco algunas cosas básicas que hay que saber, pero aun hoy sigo aprendiendo.
--¿Y cómo te resultó la vida del pescador?
--Sacrificada, sacrificada, por el frío, por el calor, porque se te rajan y se te acalambran las manos por el remo, te arde la espalda. En invierno sino tenés ropa adecuada para el agua hay que cambiarse a cada rato o sino te podés morir del frío.
--¿Salís sólo a pescar?
-- No, voy con un compañero. hace unos 4 años que trabaja conmigo, él me ayuda a encarnar de noche porque no veo bien y se me complica. Otras veces va mi señora; ella ahora no está porque se fue a la casa del hermano, están haciendo empanadas de pescado para esta noche festejar mi cumpleaños.
--¿Hace cuántos años estás casado?
--Unos 15 años más o menos. Somos muy unidos nosotros, ella me ayuda en todo.
--¿Tenés hijos?
--Sí, dos, una nena de 16 y un nene de 8 años. Por ellos sigo luchando.
--¿Cuánto tiempo te lleva recolectar el suficiente pescado como para poder sobrevivir una semana?
-- Y… 4 ó 5 días, a veces el pescado no sale y tenés que estar para no volver a casa con las manos vacías. Para poder comer necesitás sacar entre 20 o 40 Kilogramos.
--¿A quiénes les venden el pescado y a cuánto te lo compran?
--A los acopiadores, la gente de las pescaderías son quienes nos compran el pescado. El kilo te lo pagan a $3 y ellos lo venden a $7, te negrean, pero no queda otra.
--¿Cómo es tu relación con los demás pescadores?
-- Muy buena, entre nosotros nos respetamos, no hay competencia cada cual trabaja en donde puede y como puede.
--¿Pensas que vale la pena este trabajo?
--Es un trabajo difícil, pero tiene sus dichas cuando el río reconoce tu esfuerzo, cuando te da su fruto, esa es la satisfacción de mi trabajo y por eso creo que sí, vale la pena y por eso con orgullo digo que soy pescador. Además, qué otra cosa hubiera hecho sino hubiera sido yo ahora pescador.
--Hoy, en el día de tu cumpleaños, ¿qué te gustaría pedir, qué sueño tenés?
--Pedir, pedir, yo pediría tener un mejor ingreso para poder ayudar a mi madre y a mi familia, tal vez que se reconozca más nuestro trabajo a la hora de comprarnos la mercadería.
--¿Te parece posible que es posible que una persona como vos, que estuvo en la cárcel, tenga posibilidades de reinsertarse laboralmente?
--Es difícil, la gente es muy prejuiciosa y más aún si uno estuvo preso, la gente te mira con desconfianza.
Por otro lado creo que ahora hasta para ser cadete, por así decirlo, le están pidiendo a uno que sepa manejar una computadora. ¿Qué pueden pedirle a un pescador en una industria o en una oficina pública si no tiene capacitación, si es únicamente pescador y si encima estuvo preso? es muy difícil reinsertarse. Además, la gente que ocupa emplea gente joven, con más capacidad de trabajo o con menos posibilidades de tener algún tipo de accidente. Lo más probable es que esa persona mayor no consiga inserción laboral alguna, o por lo menos ningún trabajo digno.